No podía pasar, pero pasó con nuestros niños y debemos mirar la realidad de frente: tres chicos muertos y cinco heridos, tres de ellos de gravedad, a manos de uno de sus compañeros de tan sólo 15 años. Federico, Sandra y Evangelina no pudieron saber que pasó y ya no estarán entre nosotros para explicarlo.

Si el arma no hubiera estado ahí. Si esa pistola 9 mm no hubiera existido, quizás hoy no lloraríamos a estos muchachitos con una vida cegada, sin ni siquiera haber empezado a vivirla.El arma estuvo al alcance del joven y él sabía manejarla. Así comenzó a organizarse en su cabeza una locura que terminó con la vida de tres alumnos de 1º B de la Escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones, extremo sur de la provincia de Buenos Aires.

La mañana del martes el atacante se vistió, se colocó lo que en medios militares o policiales se conoce como «gabardina» -un saco amplio y camuflado- en donde escondió la pistola y dos cargadores. A los pocos minutos el horror se apoderó de todos los habitantes de la comarca Viedma-Patagones.Antes de las 8 de la mañana, en las puertas del colegio del “Islas Malvinas” los chicos corrían desesperados. Ambulancias y móviles policiales iban y venían. «Tres muertos y otros heridos de gravedad» fue la primer información, a los pocos minutos se supo que ya habían detenido al atacante.

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Si el arma no hubiera estado ahí. Si esa pistola 9 mm no hubiera existido, quizás hoy no lloraríamos a estos muchachitos con una vida cegada, sin ni siquiera haber empezado a vivirla.El arma estuvo al alcance del joven y él sabía manejarla. Así comenzó a organizarse en su cabeza una locura que terminó con la vida de tres alumnos de 1º B de la Escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones, extremo sur de la provincia de Buenos Aires.

La mañana del martes el atacante se vistió, se colocó lo que en medios militares o policiales se conoce como «gabardina» -un saco amplio y camuflado- en donde escondió la pistola y dos cargadores. A los pocos minutos el horror se apoderó de todos los habitantes de la comarca Viedma-Patagones.Antes de las 8 de la mañana, en las puertas del colegio del “Islas Malvinas” los chicos corrían desesperados. Ambulancias y móviles policiales iban y venían. «Tres muertos y otros heridos de gravedad» fue la primer información, a los pocos minutos se supo que ya habían detenido al atacante.

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12/10/2004

El dolor de lo inexplicable

No podía pasar, pero pasó con nuestros niños y debemos mirar la realidad de frente: tres chicos muertos y cinco heridos, tres de ellos de gravedad, a manos de uno de sus compañeros de tan sólo 15 años. Federico, Sandra y Evangelina no pudieron saber que pasó y ya no estarán entre nosotros para explicarlo.

Si el arma no hubiera estado ahí. Si esa pistola 9 mm no hubiera existido, quizás hoy no lloraríamos a estos muchachitos con una vida cegada, sin ni siquiera haber empezado a vivirla.El arma estuvo al alcance del joven y él sabía manejarla. Así comenzó a organizarse en su cabeza una locura que terminó con la vida de tres alumnos de 1º B de la Escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones, extremo sur de la provincia de Buenos Aires.

La mañana del martes el atacante se vistió, se colocó lo que en medios militares o policiales se conoce como «gabardina» -un saco amplio y camuflado- en donde escondió la pistola y dos cargadores. A los pocos minutos el horror se apoderó de todos los habitantes de la comarca Viedma-Patagones.Antes de las 8 de la mañana, en las puertas del colegio del “Islas Malvinas” los chicos corrían desesperados. Ambulancias y móviles policiales iban y venían. «Tres muertos y otros heridos de gravedad» fue la primer información, a los pocos minutos se supo que ya habían detenido al atacante.

Los alumnos, testigos del hecho, cuentan que el adolescente que perpetró el crimen, luego de disparar y ver el escenario frente a él, se arrodilló y tomó su cabeza por unos segundos, luego se paró e intentó huir por el patio de la escuela.

Dolorosos e interminables momentos de profunda tristeza y consternación se vivieron durante toda la jornada del martes y la del miércoles. En las esquinas de Carmen de Patagones se podía apreciar a grupos de vecinos preocupados dialogando sobre la tragedia, mientras en las pantallas de los televisores, los medios nacionales le sacaban el jugo; esta vez a nuestra desgracia.

Todo el tiempo estuvo ahí, pero como si lo hubieran pintado para la ocasión, sobre la fachada de la escuela, el dibujo de un sujeto armado hasta con máscara contra gas venenoso, daba la bienvenida a las cámaras y fotógrafos que retrataban el paso de los cuerpos sin vida de nuestros chicos. Ahora muchos se preguntan cómo nadie vio alguna señal. La primera estuvo a la vista de todos y nadie se preguntó nada, hasta que la vimos por televisión o en el diario.

Buscar culpables es la primer reacción pero no caben dudas que todos los adolescentes involucrados en esta tragedia son sólo víctimas. Las víctimas de un sistema que nosotros mismos no queremos mirar.

Un sistema organizado desde el Estado, que cada vez invierte menos en educación, nunca tiene presupuesto y transforma todo en precario. Un preceptor está a cargo de tres aulas, un gabinete psicopedagógico atiende a los alumnos de tres escuelas y los docentes ganan salarios de hambre, no se los capacita y sólo están preocupados por llegar a tiempo al siguiente colegio para dar clase. De esta forma, nos llevamos por delante cualquier señal de alerta que un pibe este intentando dar. Así lo veamos a diario en un gran dibujo a la entrada del colegio.

Según sus compañeros, el alumno que dio muerte a los tres chicos e hirió a otros cinco, antes del hecho, escribía extrañas frases relacionadas con la muerte en el pizarrón del aula. Lo mismo pudo detectarse en su pupitre y también en sus carpetas y material de estudio. Pero todo después del aberrante suceso.

Tres adolescentes ya no están con nosotros, y en el hospital, los médicos y enfermeras, con lagrimas en los ojos, dan la batalla para rescatar de la muerte, a otros cinco compañeros, que podrían haber sido sus hijos.

La mayoría de los interrogantes están puertas adentro, en la vida del pequeño agresor, pero la bomba explotó afuera y en las manos de toda la comunidad. Aunque parezca duro e incomprensible para los más dolidos, todos debemos hacernos cargo y juntos volver a empezar.

Nadie puede negar que esos niños, aunque sea por unos minutos, fueron nuestros hijos, asesinados a mansalva y todos experimentamos una pequeña parte del dolor interminable de esos padres.

El dolor y la profunda tristeza se pudo ver en cada esquina de nuestras ciudades durante varias jornadas. La multitud que acompañó a los chicos hasta el adiós final y luego la marcha espontánea por la vida y la justicia, que junto a casi cuatro mil personas demostró que muchos querían decir algo al respecto. Pero en silencio.

Los primeros días, las crónicas contadas por los distintos testigos, fueron recreando la escena del crimen y la morbosidad de la mayoría de los medios de comunicación porteños que invadieron nuestros pueblos, la multiplicaron. Todo se supo en pocas horas en todas las ciudades del mundo.

Para destacar la discreción de los medios televisivos de la comarca Viedma-Patagones , la dedicación de los trabajadores de la salud y la solidaridad de la ciudadanía.

Para repudiar la búsqueda de crueldad de quienes se apostaron en lo centros de salud donde, eran atendidos los heridos, en el cementerio y la escuela esperando poder dar otra mala noticia, entre sorteo y sorteo de algún premio en los estudio de TV porteños.